Qin Huangsheng alguna vez imaginó una vida mejor en la ciudad cuando dejó su pueblo natal para convertirse en trabajadora de una fábrica a los 16 años. Ahora, cuando tiene poco más de 40 años, tiene una deuda personal de 40.000 dólares y un salario base de 400 dólares al mes. Los cobradores de deudas la están acosando. Se le impide comprar billetes en el tren de alta velocidad de China, sólo una de las sanciones que el gobierno impone cada vez más a las personas que no pagan sus facturas. En los viejos y lentos trenes en los que debe viajar, Qin a veces mira a los demás pasajeros y piensa: "Me pregunto si todos serán malos deudores como yo". La gente en toda China está agobiada por sus deudas y por un sistema que los penaliza por no devolver el dinero. Beijing está tomando medidas enérgicas contra los deudores morosos embargándoles sus salarios o impidiéndoles conseguir empleos en el gobierno, además de limitar su acceso a los trenes de alta velocidad y a los viajes aéreos. A muchos se les prohíbe comprar pólizas de seguro costosas y se les prohíbe irse de vacaciones o alojarse en buenos hoteles. Las autoridades pueden detenerlos si no cumplen. El número de personas en una lista negra de delincuencia gubernamental disponible públicamente ha aumentado casi un 50% desde finales de 2019 a 8,3 millones en la actualidad. Los tribunales pueden poner a personas en la lista negra cuando no cumplen…
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¿Cómo podría afectar la salud mental y el estatus social de una persona la imposibilidad de acceder a ciertos servicios o bienes debido a una deuda?
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¿Negarle a las personas con deudas incobrables la oportunidad de empezar de nuevo mediante algo como la quiebra sería más perjudicial que útil para la sociedad?